domingo, 27 de julio de 2008

EL HOMBRE QUE DEBIÓ SER PRESIDENTE DE CHILE…

Constituye una realidad indesmentible que la clase política chilena, no es vista con buenos ojos por el ciudadano común de nuestra tierra. De hecho, sólo una ínfima parte de la población milita en un determinado partido; lo cual, de una u otra manera, hizo posible que estos, y sin consultar a nadie, dictasen una ley en su favor con tal de financiarse.

Las encuestas demuestran, además, una profunda indiferencia de la gente -y particularmente entre los jóvenes-, respecto de la actividad política en general. Y más que eso: el chileno promedio percibe que participa, única y exclusivamente, en el procedimiento de colocar a alguien en el poder cada cierto período. Por consiguiente, el voto es hoy un factor clave en el ingreso efectivo a la vida política. En pocas palabras, el acto eleccionario en sí mismo termina por sustituir a la voz u opinión de la gente.

En Chile se habla en demasía del advenimiento de la democracia: algo así como si recién viniéramos conociéndola. Es cierto que tuvimos un quiebre institucional que duró casi dos decenios; y de sus causas, por supuesto, no me compete aquí extenderme. Restaurada ésta, los partidos políticos volvieron por sus fueros. O sea, de nuevo dirigen y controlan a voluntad los actos eleccionarios; lo que no sólo hace muy difícil que un independiente pueda ser elegido Presidente de Chile, sino que también cualquier militante que mire más allá del interés partidista inmediato. A su vez, los mecanismos de promoción interna de los partidos, impresionan como muy poco transparentes.

Una costumbre nuestra -y tal vez universal-, es homenajear a las personas que ya han partido de este mundo. Por eso -aunque me arriesgo a ser mal interpretado- quiero esta vez rendir tributo a un hombre que debió ser Presidente de Chile. Es un hombre al que debemos reconocer por su altura y visión política superiores. Tuvo capacidad para adelantarse a los tiempos. Sirvió a Chile como Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Don Eduardo Frei Montalva, a través de todo su período. Militante de partido serio y ejemplo de consistencia. Una vez conmovió a la comunidad internacional, en las Naciones Unidas, cuando interpeló a los Estados Unidos por su actitud de, según dijo, tratar a esta parte del mundo como “el patio trasero de América”.

Antes de 1994 -y perfilado como precandidato a la primera magistratura-, señaló que en Chile era necesario constituir un gobierno nacional por sobre los partidos. Desde luego que nadie quiso escucharlo.

Hoy, a más de un decenio, sus ideas vuelven a tomar cuerpo. Quizás ya sea tarde para postularlo, pero nunca será tarde para reconocer su trayectoria de bien público. Continúa trabajando silenciosamente por su Patria, en el grupo que defenderá la postura de Chile ante la Corte de la Haya, a raíz del diferendo limítrofe con el Perú.

Este hombre debió ser Presidente de Chile y no lo fue. ¿A quiénes debemos preguntar por qué esto sucedió? Bueno. Evidentemente que a los partidos -hoy convertidos en verdaderas agencias de empleo- y sobre todo a la propia colectividad donde él milita.

¿Y quién es entonces este ciudadano al cual hoy rindo homenaje en vida? Es Don Gabriel Valdés: una víctima evidente de los “tortuosos manejos” de las cúpulas partidistas.

¡Tengámoslo presente…!


DR. SERGIO REY

1 comentario:

Anónimo dijo...

Concuerdo con usted, en el sentido que un político virtuoso como Gabriel Valdés debió ser Presidente de Chile. Claro, que la dirigencia de su partido y los manejos tortuosos de intereses personales no permitió a Valdés su fin último. Lo trascendente, es que esos mismos manejos aparecen en el desarrollo de las distintas instituciones del Estado.